Todo mago que se precie vive en una torre. Desde Elminster hasta Teclis, pasando por el Círculo de Magos de Ferelden o cualquier mago de los Reinos Olvidados, todos se pasan la vida en sus torres.
Esto, a simple vista puede verse como una epidemia de agorafobia que se expande entre aquellos con talento mágico, pero no. La razón es muy simple. Imagina tener en la punta de tus dedos el poder de segar centenares de vidas con un solo movimiento, el poder de crear cualquier cosa que te venga a la mente, el poder de parar el tiempo, rebobinarlo o adelantarlo. En definitiva, un poder capaz de destruir los cimientos de la humanidad.
No somos como "los malos" de videojuegos. Tenemos sentimientos (y afortunadamente, tenemos sentido común, porque: ¿De qué sirve dominar el mundo si en el proceso matas a todo el mundo?) "Aquel que no teme a su propia espada no es digno de blandirla". El poder no es algo que se pueda usar a la ligera. Hay que saber manejarlo para no dañar a la gente que quieres, para no dañar a los inocentes (puede que, incluso, para no dañar siquiera a nuestros enemigos).
Y es que la única forma de asegurar que el poder de tu magia no hace daño a quien no quieres es estudiarla. Es aprenderla. Es practicarla. Es manejarla. Es dominarla. Es por eso que el mago se encierra en su torre durante tanto tiempo.
El poder de nuestra magia nunca debe empañar nuestra mente. No debemos dejanos corromper por sus posibilidades. No debemos permitir que el ansia de más poder se apodere de nosotros y nos convierta en una bestia sin corazón. Y solo cuando sepamos dominar ese poder, podremos salir de nuestras torres, porque ya no seremos una amenaza nunca más.
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