Todos llevamos la magia en nuestras venas, en mayor o menor medida, de un tipo u otro. Magia no es solo chasquear los dedos y hacer que algo explote, mover cosas con la mente, curar heridas en cuestión de segundos o convertir el plomo en oro.
La magia también adquiere formas más sutiles. Se puede controlar el poder de dar fuerzas a aquellos que han perdido la esperanza de poder hacer nada, y en oposición a ello, se puede tener la capacidad de hundir la mente gente en el más oscuro y profundo de los pozos. Está el poder de dirigir ejércitos y naciones con arengas. El don de aturdir o de enamorar con unas pocas palabras. El poder de convertir un pedazo basto de madera o pierda en algo que parece estar a punto de cobrar vida. La capacidad de propagar la risa a quienes están cerca, haciendo que rueden por los suelos. La habilidad para mezclar hierbas, carnes y vegetales para conseguir una mezcla capaz de mejorar el estado de un enfermo.
Esas cosas también son magia. Magia más etérea e invisible que la magia arcana. Pero igualmente poderosa.
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