Líder de la Sección XIII de las Fuerzas especiales del Vaticano, Enrico Maxwell.
Un tipo elegante donde los haya, la verdad. Tan elegante que fue por imitarle el estilo por lo que empecé a dejarme el pelo largo. Me recordaba a mí, supongo. Me recuerda a mí todavía, de hecho. Empezó a recordarme a mí a partir del momento de su muerte. En ese momento, el autor de Hellsing decidió incluir un flashback en el cual, un Enrico de poco más de 10 años se dirige a su mentor Alexander Anderson (que posteriormente se convertiría en su subordinado) y le dice: "Quiero convertirme en alguien importante, alguien a quien la gente no pueda despreciar ni infravalorar". ¿Cuántas veces habré dicho yo eso? Muchas, me temo. Muchísimas.
Ser importante. No, me temo que no lo soy. Y la verdad es que debo admitir que me gustaría. No me refiero necesariamente a ser importante a gran escala. Me refiero a ser importante para una persona o un grupo de ellas, pero al máximo nivel. Me refiero a ser "el más" algo entre la gente que conozco. Pero nada. No soy el más friky (lo es Andrea), ni el que mejor interpreta sus personajes de rol (lo es Inés), ni el mejor cronista (lo es Sofía), ni el más simpático (lo es David), ni el que más sabe de Inglés (lo es Euge), ni el que más sabe de historia (Guille o Joaquin ponen el listón muy alto), ni el que saca mejores notas (lo es Sara), ni el que mejor baila (ese es Edu, sin discusión posible, he dicho). Tampoco creo que sea el mejor amigo de nadie. Y no es que me duela en exceso que sean mejores que yo. Es simplemente que... me gustaría destacar.
Ser el segundón (o tercerón, o vaya usted a saber cuan bajo puedo estar en algunas clasificaciones) es un pelín triste. Porque como dijo Maxwell, si no, la gente tiende a infravalorarte. Y uno queda en el olvido. Si no eres "el más" algo, la gente se olvida de tí. Y aun así, no hago nada por evitarlo. ¡Qué ironía!
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