domingo, 30 de enero de 2011

Old.

Me he parado a pensar (es algo que hago con frecuencia) y me he dado cuenta de una cosita: me encantan los personajes ancianos. Bueno, ancianos o entrados en años. Y digo personajes, que esa es una parte importante de la reflexión.

Punto 1: En las películas, los libros (incluso a veces en la vida real), la gente mayor tiene una determinación y una voluntad férrea de la que los personajes jóvenes carecen. Me he dado cuenta viendo la versión de Robin Hood de Ridley Scott: Walter, el anciano y ciego señor de Nottingham se enfrenta sin armadura alguna contra el hombre que ha matado a su hijo. Y pierde, claro está, pero no sin hacerle un corte al otro tiparraco. Encomiable. Dirá usted: Sí, pero está muerto. Y digo yo: Sí, pero murió con luchando por su honor y su hijo. Esa es otra. Ahí está la puntialización que hice sobre que hablo de personajes. En la vida real, los ancianos y mayores no son tan geniales. No se pasan hasta el último de sus días luchando. Bueno, algunos sí, luchando por vivir. Pero no es eso. Tampoco hablo de luchar con espadas o similar. Hablo de... esforzarse por dar lo mejor hasta el final. "That's what this is all about." El anciano que se imita a vivir de la pensión, sin hacer nada más que mirar las obras o la televisión... bueno, tiene su parte de valor (al fin y al cabo, seguramente trabajó para poder descansar al final). Pero hay gente, hay mayores que, después de años y años de trabajo, no se paran. Van todos los días a cavar sus huertas, aguantan a los nietos para que los que son sus hijos puedan trabajar y llevar dinero a casa (y creedme que es un trabajo duro el de aguantar a los niños), se encargan de remendar los descosidos en la ropa de los hijos y los nietos, se van al gimnasio o a correr por medio de la ciudad... o simplemente se cuidan a sí mismos. Madre mía, con tantos años y siguen, eso es carácter. Y volviendo a las películas... otra cosa que me gusta de los personajes entraditos en años es que, al final, son vengados. Siempre hay alguien que los apreciaba y que se arriesga para restaurar su orgullo, aunque sea de manera póstuma. Y que gran sensación es la de tener gente que está dispuesta a defenderte.

Punto 2: La verdad es que el punto dos iba a ser lo de ser vengado. Y el punto tres lo de los ancianos reales. Pero lo aprovecho para reflexionar sobre mí mismo. ¿Quiero llegar a ser un viejecito arrugado? No sé. Tiene su parte buena, suponiendo que sea capaz de valerme por mí mismo, suponiendo que pueda hacer algo útil. Un anciano puede seguir ayudando a los nietos con la tarea... pero los nietos no creo que lleguen. No sé. También tiene una parte mala que es evidente: sería bastante doloroso ver morir a la gente que quiero. Sería horrible. Pero por otro lado... desear morir joven para evitarlo... ¿No sería un poco egoista querer eso y condenar a los que me quieren a sufrirlo? Pues nada, hijos, que sea lo que Dios quiera. Mientras tanto, seguiré comportándome como un viejo (aunque tal vez cuando me haga mayor, cambie y decida comportarme como un niño. Jeh... me encanta la idea).

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